L´Animita

Descanso

 

En los distritos rurales hay que hacer viajes largos para salir al camino que lleva al cementerio para inhumar al difunto, por lo que se le transporta en carreta o se porta sobre los hombros de cuatro amigos o dolientes, que doblan un poncho en varias partes sobre sus hombros. Cuando se hace así, se habla de llevarlo "atotado", "tota".

Otra manera es "huando" o "guando", que es en angarilla, armado de madera a modo de escala que sirve en los campos. En ambas formas, según las distancias, se van turnando los cargadores y se producen los descansos.

Donde quiera que se detenga el cortejo, antes de emprender la marcha, se rezan oraciones por el descanso del "finado". Se habla del primer descanso, el que más se honra y siguen otros determinados por la distancia. A veces estas paradas se señalan colocando pequeñas cruces en los troncos de los árboles, en la tierra, en capillitas que el común estima como "animitas" y son descansos.

En ocasiones las piedras recuerdan a los muertos. En la provincia de Linares, en el Alto de las Cruces, por el camino que conduce a la Huerta del Maule, en la parte de un cerro existe un montón de piedras de unos tres metros de alto por unos cinco de largo y tres de ancho, que la devoción, la piedad de los hombres ha formado para atestiguar el paso de los infinitos difuntos que por aquí viajan del oriente hacia el occidente. Es una tradición que alguien creó hace doscientos años y que instintivamente, se ha seguido hasta hoy. Los que van a enterrar algún pariente siguen esta tradición, dejando una piedra como muestra de veneración y respeto por el amigo o pariente fallecido; una piedra recogida en la falda del cerro. Ningún viajero que pasa por aquí deja de quitarse el sombrero y guarda un minuto de silencio ante este cúmulo de piedras que representan a los muertos, que durante tantos años debieron ser transportados en "guando" desde las márgenes de la Huerta del Maule.

"Doña Eufrosina N. de Chacón, dice que posiblemente fue don Cornelio Morales el que a fines del siglo XVIII estableció la tradición de dejar una piedra por cada muerto que se hacía descansar en el Alto de las Cruces"1.

1. Recuerda las Apachetas, adoratorio indígena peruano, dispuesto en los paraderos de los caminos y a trechos calculados en una vía larga.
Eran sitios obligados de descanso y en ellos, a fin de deponer el cansancio, los viajeros ofrendaban coca, maíz, plumas de ave, ojotas, piedras.

Créditos:

Obras:

Eufrosina N. de Chacón. "Pueblos y Campos de Linares". Sociedad Linarense de Historia y Geografía. Linares, Chile 1954

 

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