Folclor del carbón

Los chinchorreros

(pág. 95)

Los chinchorreros son hombres jóvenes, adultos y ancianos, mujeres y niños, que viven arrebatándole al mar el carboncillo que se cayó de los lavaderos, y que aparece en mayor cantidad, en las horas de baja marea. Para ellos no hay descanso. Se trabaja día y noche, invierno y verano. El chinchorrero, pasa metido en el agua sacando el carbón molido con su chinchorro, así llaman a una bolsa de rejilla de red, como para coger mariposas, atada al extremo de un palo de dos o tres metros de longitud.

Ellos están en calzoncillos y ellas con las polleras arremangadas a la altura de la cintura. Le disputan al mar los pequeños trozos de carbón que flotan, y que van amontonando en la playa para completar las perras o sacos harineros. Cada costal es una perra y —por extensión— el que recoge el carboncillo y llena esta bolsa, es el perrero. A estos recuperadores del carbón del mar, también se les conoce con el nombre de pescadores de carbón.

Los chinchorreros trabajan en las playas de Lota, en el sector Chambeque, en Playa Blanca.

Cada perra se vende a los mayoristas que llegan a la playa en camiones. Éstos cargan el mineral, lo someten a un proceso de lavado para la extracción de la arena y lo venden a ciertas fábricas, con utilidades que triplican o cuadruplican el valor pagado al chinchorrero, personaje que muere de enfermedades bronco pulmonares o lo agarra ligerito el reumatismo.

 Prólogo a la primera edición - Caballos al interior de la mina - Los perros - Los ratones - Los canarios - Día del minero - Los chinchorreros - Perreros de los trenes - Pirquinero - Feria y mercado de Lota Bajo - Comida que el minero lleva al turno - Lo que come el minero a la salida del turno - Creencias de buen augurio y mal augurio - La monja de los mineros

Folclor del carbón

Perreros de los trenes

(pág. 96)

Los trenes de carga circulan con sus vagones repletos de carbón, entre Curanilahue, Lebu y Lota. Los carros, colmados del mineral negro, cruzan lentamente por entre las poblaciones.

De improviso, tres o cuatro perreros trepan con agilidad y, una vez tendidos sobre la superficie de la carga, lanzan los pesados trozos de carbón a la orilla de la línea. Cumplido su cometido, se tiran a tierra. La gente se disputa el carbón que cayó a lo largo de la vía, para utilizarlo en sus propias casas o venderlo. Algunas veces, cuando están con suerte, los perreros pueden arrebatar hasta una tonelada de carbón.

Los más audaces, manipulan las palancas de los vagones abriendo, de esta manera, las tolvas, para vaciar su contenido. Después de efectuada esta operación, se dan a la fuga. El carbón cubre la ruta ferroviaria. Posteriormente, otra gente, preparada y coordinada con los perreros, llega a recoger el carbón.

Los perreros de los trenes, actúan a plena luz del día. No los arredra el peligro. Por conseguir sus propósitos, exponen, las más de las veces, la vida. Algunos caen heridos o muertos por las balas de los guardias, y sus cadáveres no son reclamados por sus familiares, quienes temen ser detenidos por el delito que cometió. En el mejor de los casos, muchos de ellos exhiben la mutilación de un brazo o de una pierna.

 

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© SISIB - Universidad de Chile y Karen P. Müller Turina